miércoles, 7 de octubre de 2009

Un viaje. Una ilusión


El pasado sábado, 3 de octubre, inicié junto a mi compañero Pol Bastiaans un viaje a la capital de España. Madrid era nuestro destino. Embarcamos en el AVE a las 18.30 horas para en apenas hora y media desembarcar en la estación de Atocha. Una hora y media dan para poco, pero cuando el destino es ver a tu equipo lejos de casa, el tiempo pasa todavía más rápido. Hablando de que podíamos dar la sorpresa, del posible debut de Lafita y haciendo nuestras propias cábalas llegamos al hotel que nos acogería en la gran ciudad. Zaragoza es la ciudad que más amo en el mundo, pero llegar a Madrid significa dar un salto adelante, como lo es llegar a Barcelona o en menor medida a Valencia. Sentí que Zaragoza tiene el potencial suficiente para llegar a ser también esa ciudad grande, no en el aspecto, geográfico, sino en el sentido de grandeza.

Grandeza. El camino desde Atocha hasta Pirámides, así es como se denomina el barrio que acoge el Estadio Vicente Calderón mostró la nobleza de un club como el colchonero. Nadie duda de mi zaragocismo, pero la afición zaragocista, si se puede considerar afición a algunas personas que acuden a la Romareda deja mucho que desear cuando visitas otros campos. Luego lo analizaré. Bajamos del cercanías y ríos de gente, una hora y cuarto antes de partido, ya inundaban los alrededores del estadio. Grupos de amigos en los bares disfrutando de una pinta, como antaño, un mar de camisetas rojiblancas, todos uniformados como si ellos fueran a saltar al césped madrileño. ¿Cuándo – y soy el primero en incumplirlo – se ha visto ríos de camisetas blanquiazules caminando hacía la Romareda con un ritmo tranquilo pero apasionado? Soy el primero que en ocasiones lo incumplo pero es que estas cosas se pegan,…


Llegados a la puerta número 5 que daba acceso a la grada de tribuna me adentre en un campo curioso de por sí, con la M-30 pasando por debajo de la grada, no era precisamente el ruido de coches lo que se escuchaba. El Frente Atlético animaba a su club, un equipo que recordemos no había logrado todavía una victoria en casa.

Los minutos del encuentro pasaban y la grada se iba calentando. Los cánticos del fondo atlético se contagiaban al resto de la grada. Cánticos al unísono para apoyar a sus jugadores y chavales de la cantera ovacionados como si fueran estrellas de miles de millones de euros. Aquí es donde envidie a la afición rojiblanca y a mi me dolió más que a nadie. ¿Por qué ellos gritan más que nosotros? ¿Por qué animan todos juntos? ¿Por qué visten la camiseta de su equipo? ¿Por qué gritan al equipo contrario y al árbitro en lugar de quejarse de sus jugadores? Todo influye.

Lo primero el estadio. Un estadio que de por si hacer ruido y tiene las condiciones idóneas para que el grito de la grada suene lo más fuerte posible. La Romareda es un estadio abierto por los cuatro costados donde los cánticos se los lleva el cierzo antes de llegar a los jugadores. Necesitamos un estadio nuevo, cerradico que sea una caldera a presión. Lo segundo. Una grada, el Frente Atlético multitudinario, a pie de campo. No en una grada apartada del césped porque es ahí junto a los jugadores donde tiene que estar la hinchada que más anima y da fuerza al equipo, en este caso el Colectivo 1932. Por último, el resto de aficionados. Van al campo a animar. Si el partido se tuerce ya reivindicaran a la directiva o al equipo, pero primero animan y luego, si es el caso reivindican. En la Romareda he llegado a ver gente que sin que un jugador toque la pelota ya lo están criticando. En la Romareda he llegado a ver gente que no se levanta a celebrar un gol. En la Romareda la gente se va 2 minutos antes para poder llegar antes a casa. ¡No puede ser! Si tu equipo se ha dejado la piel en el campo lo menos que puedes hacer es despedirles, hasta que se retiren al vestuario, hasta que el último taco deje de pisar el campo, con un aplauso y una ovación.



Esta es la historia de un viaje que se convirtió en una ilusión. Que se convirtió en envidia. Que se convirtió en el primero de los desplazamientos para vestido con los colores blanquiazules, gritar los cánticos de la grada, empujando al león, hasta el momento que todos los jugadores han abandonado la cancha. Gracias afición atlética por demostrarme las cosas que deben cambiar en el club de mis amores.

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